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1937: una comparación muy significativa

El panorama sombrío que vislumbra Krugman se asocia a varios factores. Entre ellos y en primer lugar, la desocupación que venía disminuyendo de forma casi imperceptible en Estados Unidos, revirtió la tendencia en mayo, volviendo a trepar al 9,1% cifra que representa aproximadamente 13,9 millones de desocupados.

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9 de junio 2011

Dice Paul Krugman: “Esta semana, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York publicó en un blog un posteo sobre “el error de 1937”, el prematuro retiro de medidas fiscales que abortó una recuperación económica en marcha y prolongó la Gran Depresión. Tal como señala su autor, Gauti Eggertsson (…), las condiciones económicas de hoy –con la producción en crecimiento, algunos precios en alza pero el desempleo aún alto– guardan un gran parecido con las de 1936-37. ¿Cometerán el mismo error los políticos modernos? Eggertsson dice que no, pero yo disiento. De hecho, en muchos aspectos ya hemos cometido el mismo error de 1937”. [1].

El panorama sombrío que vislumbra Krugman se asocia a varios factores. Entre ellos y en primer lugar, la desocupación que venía disminuyendo de forma casi imperceptible en Estados Unidos, revirtió la tendencia en mayo, volviendo a trepar al 9,1% cifra que representa aproximadamente 13,9 millones de desocupados. Por otro lado el crecimiento del PBI durante el 1er. trimestre del año arrojó un débil 1,8% contra el 2% pronosticado reflejando una retracción del 1,3% si se lo compara con el 3,1% del último trimestre del pasado año. La disminución del crecimiento responde en gran parte al incremento en el precio de los alimentos y combustibles que frenó tanto el gasto de los consumidores como la inversión de las empresas en el marco de la más alta inflación desde el tercer trimestre de 2008. Estos elementos se producen en un contexto en el cual hacia fines del mes en curso culmina el programa QE2 que fue implementado por la Reserva Federal norteamericana en noviembre del pasado año. A través de este mecanismo de flexibilización cuantitativa, la entidad monetaria emitió un monto cercano a los 600.000 millones de dólares consiguiendo por un lado aumentar el precio de los Bonos del Tesoro (a través de su recompra) reduciendo la tasa de interés para financiarse y por el otro, inundar el mercado externo con su divisa, cuestión que le permitió bajar el valor del dólar aumentando su competitividad externa. A su vez y con una deuda de 14,3 billones de dólares (esto es casi el 100% del PBI), Estados Unidos llegó al tope del endeudamiento permitido por el Congreso. Con once semanas de prórroga, el 2 de agosto vence el plazo para que los legisladores demócratas y republicanos aprueben la ampliación del límite de deuda solicitada por el Secretario del Tesoro, Timoty Geithner.
El déficit fiscal por su parte, alcanzaría este año 1,5 billones de dólares, equivalente a aproximadamente el 11% del PBI. Hace poco Demócratas y Republicanos, evitaron la suspensión de actividades del Gobierno Federal mediante el acuerdo de los términos del presupuesto para lo que queda del año 2011 que implica un recorte de 38.000 millones de dólares (el mayor de la historia, aunque en términos relativos representa sólo el 1% del presupuesto federal). La discusión respecto de la reducción del déficit fiscal está abierta. Existe un proyecto de Obama para recortar el déficit mediante un aumento de la carga fiscal sobre las familias que ganan más 250.000 dólares por año y a través de la eliminación de gastos considerados “superfluos” en el área de salud sin reducir los gastos en educación, ciencia y tecnología. Los demócratas prevén reducir el gasto en 4 billones de dólares en 12 años. Los Republicanos por su parte, quieren recortes de 5 billones en 10 años mediante la reforma de los seguros médicos para jubilados y sectores de bajos recursos, Medicare y Medicaid, respectivamente. En este contexto de debilidad financiera y económica de Estados Unidos, con el telón de fondo de las calificadoras Standar & Poor’s y Moodys, amenazando rebajar la nota tanto de la deuda pública (si no se cierra pronto un acuerdo sobre el límite de endeudamiento) como aquella de los tres mayores bancos de Estados Unidos (Citigroup, Wells Fargo y Bank of America), con los demócratas recortando tímidamente el gasto y los republicanos pidiendo recortes más agresivos como precio para aumentar el tope de deuda, es que Krugman teme un “retorno a 1937” cuyas bases estarían patentadas en “retirar el apoyo fiscal mucho antes y perpetuar una desocupación alta”.

Los temores de Paul Krugman

El New Deal (Nuevo Trato) fue implementado a partir del año 1933 por el entonces electo presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, como respuesta a la depresión económica estadounidense y mundial que sobrevino al crack de 1929. En 1933 el número de desempleados en Estados Unidos ascendía aproximadamente a 13 millones de personas lo que representaba el 25% de la población. El número en términos relativos era significativamente más alto que el actual debido fundamentalmente a que, luego de la caída de Lehman Brothers a fines de 2008, el gobierno norteamericano (a diferencia de lo actuado en aquel entonces por la administración Hoover) tomó medidas inmediatas de salvataje a los bancos y en menor medida, de estímulo fiscal, para evitar que la sangre llegara al río. El New Deal tuvo como norte inicial atacar el problema del hambre y el desempleo fundamentalmente por el temor de la burguesía a las grandes tensiones que se venían acumulando en la clase obrera norteamericana y los millones de desocupados. Con las medidas implementadas que incluyeron una ley de socorro y emergencia del Gobierno Federal, la Ley de Seguridad Social que por primera vez en la historia norteamericana estableció un seguro de desempleo, pensiones y jubilaciones, la creación de la Dirección para el Progreso y el Trabajo que tenía la función de crear todo tipo de infraestructuras, carreteras, etc., con los Cuerpos de Conservación Civil que daban empleos ultraprecarios a jóvenes de entre 18 y 25 años, se logró una importante reducción del desempleo, aunque la desocupación se mantuvo en la altísima cifra de 7,7 millones de personas. Pero he aquí el fantasma que atemoriza a Krugman. A comienzos de 1937 como señala el historiador Alan Brinkley en El Nuevo Trato y la idea del Estado, Roosevelt que nunca se había reconciliado por completo con los déficits presupuestarios que tan continuamente se habían acumulado, fue sensible los argumentos del Secretario del Tesoro Morgenthau, aceptando hacer una serie de recortes considerables al gasto federal que, según creía, equilibrarían el presupuesto de 1938. El gobierno comenzó el año mostrando confianza, y pareció dispuesto a volver a la ortodoxia, aún atractiva, de unos presupuestos equilibrados y un gasto menor. Al parecer, la depresión por fin había pasado. Desde luego el desempleo seguía siendo alto, pero en cambio había otras señales alentadoras: la producción en las fábricas, la inversión de capitales, el precio de las mercancías (Alan Brinkley, El Nuevo Trato y la idea del Estado, pág. 165). Los resultados fueron catastróficos, el desempleo volvió a alcanzar los 10 millones de personas y hasta 1940, el año previo a la entrada de Estados Unidos en la guerra, el Producto Nacional Bruto continuaba por debajo de los valores de 1929.

“Los que se niegan a aprender de la historia están condenados a repetirla” [2]

Krugman dixit. Pero ¿Cuál fue la verdadera historia del New Deal y del año 1937? Aquí es donde Krugman construye su propia versión. Si bien el New Deal resulta uno de los fenómenos más controversiales en la historiografía norteamericana, lo cierto es que todos sus intérpretes, incluso aquellos que lo reivindican con más fervor, coinciden en señalar los escasos resultados obtenidos en cuanto a la posibilidad de alentar una verdadera recuperación de la economía. El New Deal aún con su despliegue de instituciones, comisiones y múltiples medidas plagadas de pragmatismo, resultó en sí mismo un mecanismo ciclópeo de contención de la crisis. No condujo a una verdadera prosperidad de la economía norteamericana sino que implementó una serie de parches, como seguros de desempleo, empleos estatales extremadamente precarios, alentó la destrucción de cosechas y las matanzas de animales para reducir la oferta y recuperar los deprimidos precios del agro, subsidió a los productores para que redujeran el área sembrada, entre otras muchas medidas. Todos estos mecanismos lograron en parte reducir la desocupación, apaciguar la tensa situación social y permitir sacar a la economía de la parálisis. Pero el gran problema de la sobreacumulación de capitales y el subconsumo, no podía ser resuelto por las medidas del New Deal. Uno de los más importantes defensores de las ventajas del Nuevo Trato, el neoprogresista William Leuchtenburg señala que el New Deal “Nunca demostró que pudiera lograr la prosperidad en momentos de paz. En 1941, la cantidad de desempleados todavía era de 6 millones, y no fue sino hasta 1943, en plena guerra, que finalmente desapareció el ejército de desempleados” (La Reconstrucción de Roosevelt, en Una polémica historiográfica. El New Deal, Pablo Pozzi, pág. 108). Recién a partir del 39’ con los preparativos para la guerra, la economía entró en un sendero de verdadera recuperación y Roosevelt y los new dealers adoptaron como consigna “programática” las medidas fiscales y monetarias sugeridas por John Maynard Keynes. Como señala otro historiador norteamericano “Hacia 1938 Roosevelt parecía dispuesto a escuchar los argumentos keynesianos que proponían un programa de gasto permanente y, finalmente, cuando las demandas de la guerra hicieron necesaria la implementación de la política de pump-priming [3] en escala gigantesca, la solución dio resultado. Superó las tendencias restrictivas en la economía, restableció el pleno empleo y trajo aparejada una rápida expansión económica (…) La planificación limitada, fragmentaria y en manos de grupos de presión continuaría y se podía confiar en el arma del gasto para estimular la expansión y mantener el equilibrio económico.” (El New Deal y el problema de monopolio, Ellis W. Hawley, pág. 135).

La verdadera historia

Krugman tiene razón: los que se niegan a aprender de la historia están condenados a repetirla. Salvo que Krugman construye su propia versión. No existió un New Deal que desde el punto de vista estructural haya sacado a la economía capitalista norteamericana de la terrible depresión de los años 30. Aunque pueda parecer historia contrafáctica, es de suponer que si Roosevelt no hubiera retirado las medidas en el 37’, sólo habría prolongado una recuperación rastrera. Recién la preparación para la guerra con el montaje del aparato militar-industrial parasitando una demanda garantizada por el Estado, con la posterior “ocupación” (reclutamiento) de 17 millones de hombres en el ejército y la incorporación masiva al mercado de trabajo de las mujeres y los negros a una industria que ahora sí se mostraba vigorosa, señalaron el inicio verdadero de la recuperación de la economía norteamericana. En la actualidad, la economía de Estados Unidos se encuentra en una trampa: el temor de Krugman es acertado por cuanto un retiro de las medidas de estímulo y un probable aumento de la tasa de interés, redundaría en una recaída en la recesión y un incremento de la lucha de clases, pero su continuidad la induciría, al menos en el mediano plazo, al estallido de una serie de burbujas, entre ellas la de la deuda, una desvalorización severa de los Bonos del Tesoro y la incapacidad de Estados Unidos de seguir tomando deuda. Las analogías, con todo lo que tienen de parciales, se hacen presentes para recordarnos que la actual crisis histórica del capitalismo no tiene una salida reformista. Las catástrofes capitalistas como la que ante nuestros ojos hoy transcurre, no tienen otra salida progresiva que la que deviene del despliegue de la energía revolucionaria del movimiento obrero y las masas oprimidas, encaminada a acabar con la lacra del modo capitalista de explotación. A ello apostamos los revolucionarios.

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